domingo, 4 de octubre de 2020

Arquitectura como disciplina autónoma


 ¿Arquitectura como disciplina autónoma?


El intento de tornar la arquitectura en disciplina autónoma tiene raíces muy antiguas:

Para Aristóteles, Arte (Techné) coincide con el concepto actual de técnica, como aplicación utilitaria de la ciencia. Sin embargo Aristóteles advierte que el arte puede comportar un claro rasgo de soberanía, entendida como autonomía ya que vincula y funde ambos conceptos.
 El formalismo, según el llamado círculo de Praga, afirmaba que la comprensión de la obra de arte no requiere auxilio de la psicología, de la sociología, de la historia ni de ninguna ciencia en particular referida al artista mismo.
Ella es un lenguaje que tiene autonomía propia. De acá parten las corrientes que abogan por la arquitectura como disciplina autónoma. Todo enfoque formalista considera la obra de arte como un lenguaje que posee una relativa autonomía y que es examinable internamente.
Para muchos la forma arquitectónica es autónoma y como el arte, procede de un conjunto autónomo de valores. De este modo arquitectos y constructores en buena medida son artesanos, cuyos saberes formales se desarrollaron a partir de tradiciones constructivas e independientemente.
Veamos un tanto las posibles connotaciones del concepto de forma, que ha ido al lado de la reflexión sobre la deseada autonomía.
Forma, es sólo un sistema de fuerzas ininterrumpidas, flotantes, súper rápido y relativo, dentro de un movimiento cerrado y, desarrollándose en una mezcla, dentro del espacio tridimensional. En un sentido estético, la forma va acompañada del concepto de contenido. La forma estética es considerada sensible y, el contenido es lo que se hace o se presenta dentro de una forma. La forma estética se considera significante y según Susanne K. Langer, está ligada al sentimiento.

Autonomía de la Arquitectura ¿Mito o Realidad?-

La autonomía en arquitectura se entiende manifiesta, en la libertad para usar la forma, y estilemas…pero no para sus contenidos. “La Arquitectura finge producir el mundo que la consume “, nos recuerda Luís Fernández-Galiano.
“Ante la imposibilidad de cambiar el mundo (promesa incumplida del movimiento moderno), ella se limita a representarlo, como una metáfora de lo dado” dice por su parte Nicolás Fratarelli.
Así, la tan proclamada autonomía de la arquitectura “se desvanece un tanto en el aire…ante la primera baja de la cotización en la bolsa.”
Según Simón Merchan Fiz, la autonomía del arte es una falacia: De un modo idealista se piensa que la innovación es fruto maduro de la imaginación creadora, lo cual perpetúa el mito de la autonomía del arte.
Ninguna obra evoluciona de un modo autónomo, ellas se inscriben en realidades históricas muy amplias. (Del Arte Objetual al Arte del concepto, Akal, 1981, Pág. 14.)
 Muchos otros argumentan que nada en sentido absoluto puede considerarse autónomo…La arquitectura a la hora de la verdad, sostienen resulta siendo la menos autónoma de las artes y a cambio es la más contingente. Lo primero es recordar que casi el 80% de la producción de la construcción está por fuera del alcance de los arquitectos. Operamos, como dice Kenneth Frampton, en un dominio muy limitado. Esto a pesar de haber surgido como práctica desde mediados del siglo XV.

En general los intentos de integrar arte y vida han sido empresa contradictoria, han sido una “falsa” superación del arte por parte de las vanguardias. Muchos han entendido el intento vanguardista de superar la escisión entre arte y vida como una forma de negación de la autonomía del arte.
La arquitectura según Husserl, se mezcla con el mundo de la vida y, esto le fija límites obvios a su tan acariciada autonomía. La sociedad  se apropia de un modo distinto de arquitectura y de arte. La arquitectura además, no tiene el mismo estatus icónico que el arte y, su libertad formal puede ser completa, pero su contenido viene dado…Además ¿De qué debe emanciparse la arquitectura? ¿De los promotores? ¿De los usuarios? ¿De las normas de planeación?

Breve recuento de impulsores de la autonomía.-

Entre los grandes defensores de la Arquitectura como disciplina autónoma, tenemos a Emil Kaufmann (De Ledoux a Le Corbusier, desarrollo de la arquitectura autónoma, G. Gili, Barcelona, 1981.). Para Kaufmann, la arquitectura a la que se enfrenta Ledoux, era heterónoma (y, Barroca.). Su idea de autonomía se refería a la ruptura o liberación de la unidad barroca. Le Corbusier para Kaufmann es el representante de la arquitectura autónoma. S. Giedion al ligar arquitectura y espíritu de la época, (Zeitgeist) hace pensar que las “libertades humanas” se reflejan en la arquitectura autónoma. Interesante entender  que la mayoría de teóricos de esa época consideraba la fase historicista /ecléctica, como heterónoma y a la moderna, como autónoma: Ella es original, no depende de la tradición, no imita estilos pasados y rompe  con parámetros del ecléctico siglo XIX. Ella es, se pensaba, el nuevo espíritu sin precedentes.
(Nicolás Pevsner, Pioneros del diseño moderno de William Morris  a Walter Gropius, BsAires, infinito, 1972, págs. 191 y 200).

Otro de los más notables defensores de esta línea de trabajo fue Gottfried Semper, quien indagó los orígenes genético- comparativos y materiales de la arquitectura y, dio una explicación etnológica muy completa que quitó peso a las propuestas románticas, pero consideradas canónicas de Vitrubio.

Siguiéndole, tenemos a Alois Riegl, (Stilfragen, 1893 y Spatromische kunstindustrie, 1927, Viena), quien propuso el concepto de Kuntswollen  o volición artística, como explicación al impulso perse, independiente de toda circunstancia, en el origen de la obra de arte.
 Otro defensor de esta causa fue Schmarsow, (Das Wessen der architektonischen Schopfung, Leipzig, 1893), quien criticó a Riegl por especulación histórica y, basándose también en Semper y sus tres “momentos”, consideraba que la arquitectura se genera a partir del cuerpo humano, no como imitación, sino como fuente vital a partir de los tres ejes que genera  el cuerpo: Vertical o de la proporción. Horizontal o de la simetría y de dirección o ritmo, que causa la sucesión en el espacio/tiempo y la tercera dimensión.

Por su parte Paúl Frankl, (Gothic Architecture, Hardmonsworth, Penguin Books, 1962, Pág. 266. y Principles of Architecture History, Cambridge, Mass, 1968), ha sido el exponente más claro de los análisis  morfológicos aplicados a la comprensión de las ideas y afirmaba que la forma de la arquitectura era autónoma , que el estilo gótico puede ser comprendido en su totalidad estudiando la realidad constructiva de sus espacios y, que el maestro albañil, en primer lugar era un artesano que desarrollaba sus conocimientos formales de modo independiente a partir de la tradición constructiva y de la práctica de matemáticas aplicadas. Frankl, se basaba en estudios del siglo XII: Alduino, Witelo y en el profesor E. de Bruyne

Los teóricos italianos, por los años sesenta (siglo XX) y en relación con el neo racionalismo  y la “Tendenza” también incursionaron en la idea de la Arquitectura como disciplina autónoma.
Según Giulio Carlo Argan, (Arquitectura y Cultura, 1984, e Historia del arte como historia de la ciudad, Laia, Barcelona.) “En el interior del sistema cultural urbano la arquitectura tiene una figura, como disciplina compleja y no muy diferente de aquella de la lengua; es una disciplina autónoma, pero al mismo tiempo constitutiva y expresiva de todo el sistema”. “Como disciplina reflexiva, la arquitectura posee autonomía en su saber, no así en su práctica, que debe responder con obras específicas a las demandas del medio en el cual se ejerce”. Pensar la arquitectura como disciplina autónoma, supone que su estudio es posible desde el interior de su propia tradición, historia, los arquitectos y sus obras, las teorías y las técnicas propias de su práctica.

Con la idea de lugar aparece en los años sesentas del siglo XX, la idea de fundamentar la arquitectura como disciplina autónoma. Esto se basaba entre otros, en el estudio de los hechos urbanos,  y de la forma urbana.
 Aldo Rossi, en su texto Arquitectura de la ciudad, (G. Gili, Barcelona, 1966), pretendió hallar la disciplina partiendo de los estudios de la ciudad y de sus elementos, recuperando el tema de la forma urbana. ¿Arquitectura como cuerpo autónomo de conocimientos independientes? ¿Sistema de sistemas?

Rossi pretendía establecer un cuerpo científico que fundara su valor autónomo, basándose en la ciencia urbana. Defendía así la arquitectura como disciplina y la autonomía disciplinar como un proceso de diferenciación característico de la modernidad que llevaba a la arquitectura a defender su independencia de cualquier vínculo con el mundo del arte, en el cual estuvo incluida durante el “clasicismo”.
Rossi, planteaba arquitectura y teoría, cada una por su lado. Rossi, en síntesis defendió  la arquitectura como valor autónomo y quiso como dijimos establecer un cuerpo científico  para refundar la  Arquitectura. Su propuesta de dupla: Morfología del tejido urbano y tipología, funcionó a nivel de estudios y análisis urbano, pero no lo hizo aplicada al proyecto urbano-arquitectónico, terminando en una teoría débil.
Peter Eisenman también ha buscado a través de sus escritos la autonomía de la arquitectura como disciplina. Según él ella es autónoma porque debe cumplir la función de dar cobijo. Para esto ella debe trascender la función, debe superar su esencia.
Eisenman enfatiza el desarrollo formal de la arquitectura, al interior de unas “leyes” propias, sin depender tanto del contexto de cada obra.
¿Qué podemos sacar en claro de esta digresión sobre la arquitectura entendida como disciplina autónoma?

Lograr una disciplina autónoma supone lograr definir métodos y objetivos propios para ella. Si miramos la arquitectura como disciplina, ¿Cuáles serían sus características?
¿Qué la definiría como un saber  formalizado y, cuáles serían los aspectos que le diferencien de otras similares, que colaboran con la construcción del hábitat humano?

Su particularidad deberá referirse  a un método y un modo específico de abordar los problemas que le conciernen y que desde el siglo XV, se ha entendido pertenece al ámbito de lo intelectual. Su método intelectual específico busca respuestas también específicas, significativas y soluciones de naturaleza cultural. (Podemos encontrar los mejores intentos de tal definición en los textos de la U.I.A., para formación de arquitectos).
¿Cuál es la relación de esta disciplina con las artes?...Observamos, al referirnos a Aristóteles,  al inicio del texto, que esta probable disciplina se aproxima y aferra cada vez más a la techné original, y se aleja de las llamadas “Bellas artes”, sin perder de vista que  la arquitectura produce formas significativas.

La proliferación de arquitecturas “estelares” y de marca en todo el mundo, ha ido al lado de la crítica a sus excesos y de los desastres de obras “faraónicas”, del formalismo vacío, de los abusos de la moda  y el “marketing”.
Lo anterior pone en duda los enfoques hiper-formalistas hacia la autonomía disciplinar de la arquitectura, que puede aislarle del medio real, del contexto y de toda responsabilidad y/o conciencia social.

¿Es posible confiar todo al poder de unas formas arquitectónicas?

El pacto establecido a principios del siglo con la esfera social y, que situó la vida diaria de la gente en el centro de la reflexión disciplinar, se dejo de lado por la construcción de iconos y arquitecturas de marca, por el formalismo vacío y el “techno-kitsch”.

Advertimos que no estamos haciendo ningún llamado al orden académico, ni a reprimir la creatividad, pero no podemos sustentar la autonomía disciplinar de la arquitectura ignorando el medio socio económico, ni el contexto en que se desarrollan sus obras. Puede que la arquitectura en este siglo XXI, logre su autonomía, pero antes debe ser sustentable, sensata, estar más alerta de la economía y no desaprovechar el uso de las nuevas tecnologías.




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