CONSTRUCCIÓN.-
¿Como Arte?
Parecería paradójico, sino fuera porque en su origen así fue. La Construcción siempre se ha considerado una técnica y ésta una habilidad según la cual se hace algo…se transforma una realidad siguiendo ciertas reglas. Muchos aceptan que cuando la técnica no es muy desarrollada se confunde con el arte.
Al menos desde Grecia tenemos referencia de que todo artefacto de la cultura material, se consideraba bello si era útil, no existiendo la separación entre belleza y utilidad o función. ¿Se trataba de una belleza honesta o sobria?
Según esa tradición, la construcción se validaba al satisfacer la finalidad y al aplicar de modo correcto los materiales. Ella era una respuesta natural a las necesidades de una sociedad concreta. (La arquitectura como expresión espacial de decisiones del intelecto y como arte de construir, es primero una idea de construir.)
¿Pero puede una configuración conforme a su finalidad, considerarse arte? Pareciera más bien una creación no artística, sobre bases objetivas.
Encontrar identidad entre función, construcción y forma, incluyendo la idea de espacio, era algo cotidiano en los artefactos y arquitecturas griegas y en la ingeniería bien hecha, de todas las épocas. ¿Hay tal identidad en arquitectura? La hubo sin duda en Grecia y en lo que denominamos arquitecturas “primitivas”, que se hacían a partir del instinto, que estaban en armonía con el universo. Ellas contaban con construcción y síntesis, sin alejarse de la actividad artística.
La estética desde el siglo xx, se aproximó a esta idea de construcción que podemos llamar integral.
La idea alemana de “Baukunst” es parecida: Es el arte de construir o Arquitectura.
Podemos entender así la importancia dada a la construcción en la formación del arquitecto. Habrá buenos arquitectos y arquitectura, si no se descuida el oficio de construir. ¿Podemos hablar de un arte de construir? Sí, si quienes construyen integran, por haberlos incorporado a su formación, valores estéticos, sin perder los valores “inmutables” del construir: Objetividad, economía de medios, racionalidad.
Los espíritus de la construcción y de síntesis parecerían asunto de ingenieros, pero no olvidemos que los logros de ingeniería: Puentes, torres, barcos, autos, aeroplanos…son comparables con las grandes obras de arquitectura.
La arquitectura concebida como arte de construir, se aproxima a la buena ingeniería, pero, ¿Tendremos los arquitectos el valor de volvernos ingenieros, tal como lo pedían los líderes de la nueva objetividad desde 1910?
Al menos debemos retornar al valor de la estructura, como acto simple, sencillo que define desde siempre el construir.
El hombre nuevo, creativo, que avizoraron las vanguardias de principios del siglo xx, tendría según ellas, mucho de constructor y de ingeniero.
Haciendo del construir un arte, lograremos la belleza sobria y objetiva semejante a las de las grandes obras de la antigüedad, obras orgánicas y armónicas.
La construcción como arte, no es más ni menos que un proceso de formalización o configuración que se inicia partiendo con claridad de la finalidad de la obra, de los materiales bien empleados, con lo esencial de la obra según la época.
La construcción desarrollada orgánicamente adquiere valores estéticos. Todas las arquitecturas y construcciones “primitivas”, desde la mítica cabaña, que tienen la espontaneidad de lo genuino, la autenticidad de lo vivo y la poética de lo estructural, también los adquieren.
Recuerdo ahora a Hermann Sörgel, quien en su “Theorie der Baukunst”, atribuía cualidades estéticas a la obra en construcción, sin acabar y, de las acabadas decía: “La apariencia de la construcción proporciona a la fantasía alimentos para nuevos contenidos formales y anímicos. La batalla con lo técnico durante la construcción, muestra a menudo, contenidos estéticos impensables”. (Theorie der Baukunst, Vol. 1: Architektur Asthetik, p.176, citado en Neumayer Fritz, Mies Van der Rohe, la palabra sin artificio, El Croquis editorial, Madrid, 1995. p.209).
Toda construcción desnuda, obliga a la verdad y así percibimos como bello, sólo lo auténtico: La dimensión, el vacío del espacio, la esbeltez del esqueleto. La idea de la Bauhaus : Kunst und Technik, en 1923/24 suponía retornar al origen de las cosas y a la construcción como arte.
La construcción como arte, conlleva validar como bellas, las formas y los espacios funcionales, útiles y objetivos.
Si legitimamos las formas útiles, como formas artísticas y ellas adquieren calidades que logren conmovernos, diremos que el producto constructivo es artístico. Si prescindimos de lo bello como categoría, o de principios artísticos para valorar tales obras, aceptaríamos prescindir del arte en las obras, objetos y artefactos útiles de la cultura material.
Pero, ¿No tiene el diseño industrial connotaciones estéticas? Artefactos como los de la Bauhaus las tenían. El buen diseño industrial de ahora por supuesto que también.
El buen producto constructivo, desde principios del siglo xx, adoptó diferentes formas siguiendo una idea, lo cual fue defendido por las distintas “Vanguardias”. Todas esas formas intentaban alcanzar nivel artístico: Los Expresionistas y luego los organicistas y funcionalistas orgánicos, proponían formas afines a la naturaleza e incorporaban a su reflexión la idea de crecimiento. Los Futuristas y Cubo-futuristas llevaron su formalización cerca y afín a la máquina. Para el Constructivismo, la forma debía ser liviana y dinámica, capaz de flotar en el espacio. Los Neo-plasticistas (Stilj), rompían la “caja” y disolvían el volumen cerrado en superficies y planos aislados. Los Puristas, con Le Corbusier, buscaban formas geométricas precisas y poéticas, abstractas…
Estas formas que sin dudas eran artísticas, seguían los principios constructivos. En la mayoría de las llamadas vanguardias la construcción era obviamente incorporada a la estética y se daba como origen de toda tarea arquitectónica. Se trataba de arquitecturas que poseían la belleza integral de la construcción y de los materiales.
¿Construcción como Arte?, ¡sí, el Arte de Construir!
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