Recordaba el graffitti, por supuesto anónimo: "Soy todo lo que queda de mí"
A pesar de lo que nos impacta lo nuevo y de lo que nos interesa: En el diario vivir en nuestras ciudades cuidamos de los cambios en su apariencia física, cuidamos de la renovación de sus espacios y edificios. También lo nuevo nos paraliza, ya que también hemos cuidado que su estructura social, política y económica, no sea para nada tocada. Es decir , atendemos y cuidamos su modernismo , pero no lo hacemos con su modernidad.
Está en la índole humana el recelo hacia todo lo nuevo. La gente en su mayoría no se acostumbra a olvidar lo que pasó y lo que debe quedar fuera de uso, manteniendo hábitos e ideas que no corresponden con el presente. Cuando se afectan los tradicionales poderes y/o privilegios con mayor razón.
Si nos basáramos en el pensamiento de la mayoría, estaríamos todavía cerca de la caverna y para nada se habría cambiado ni progresado. A los innovadores con frecuencia se les tiene por locos, pero a ellos debemos los avances. En arquitectura esto es mucho más claro, es decir es peor.
Cuando alguien desea comprar un nuevo auto, comprará el más nuevo, el de mayor desempeño tecnológico. Lo mismo hará para comprar un barco, computador ,arma o cualquier otro artefacto.
Pero si se trata de un edificio, todavía es frecuente que quien lo encarga intente obtener un "revival": Neo gótico, neo renacimiento...Los edificios tienen la desventaja de poder ser renovados y hacerles cómodos, conservando su estilo antiguo. Los arquitectos colaboramos con esto, apoyando el talante conservador del vulgo y de los neófitos, diseñando adecuaciones en todos los estilos y formas híbridas, contribuyendo al mal gusto y al kitsch.
Las necesidades de la vida actual, sin embargo, imponen la innovación y lo nuevo, que la mayoría de veces queda en modernismo sin llegar a modernidad.
Muchas de las ciudades latinoamericanas a fines del siglo XIX, eran aún aldeas caducas de impronta republicana o neo colonial. En esa época la ideología de lo nuevo entendía una especie de aura de lo bello con finalidad social y como acto político. La modernidad se entendía como virtud. Sin dudas hablamos de un mito: La virtud que respondía al proyecto ilustrado, iluminista, moderno, de progreso indefinido y acumulación de capital, que se lleva desde el dinero hasta el conocimiento.
Acumular y concentrar conocimiento se ha basado en el riguroso método científico y las nuevas tecnologías. (Bajo el nombre de la racionalidad.)
La ciudad era concebida "educadora", también con carácter mítico, casi religioso, con rituales civilizatorios. Toda ella debía educar expresando el poder y valores de la élite ilustrada. Entendemos acá educación por disciplina y domesticación o, imitación de los valores de esa élite. Por esa época (Principios del s XX) Bogotá, Atenas suramericana, soñaba con esa cruzada civilizatoria para un país retrasado y salvaje.
El modelo por supuesto era Europa (París o Londres).
La ciudad nueva, metrópoli moderna aunque ofrece todavía opciones para el desarrollo y avance del individuo y para su satisfacción: Buena educación, acceso al consumo selecto, entretenimiento, acceso a la cultura y al arte, ya no es habitada por las élites tradicionales, que residen ahora con preferencia en las grandes capitales del mundo desarrollado.
Nuestras ciudades cada vez más modernistas que modernas, cada vez más globalizadas, quedaron sólo con su modernismo y la virtud no se alcanzó. Esa ciudad se vació de sus contenidos, fue perdiendo tradiciones, prácticas y ritos, se tornó fragmentada: Especie de archipiélago en el cual el individualismo atómico y el egoísmo mataron toda solidaridad.
será que ¿Todo cuanto queda de la ciudad moderna, es modernismo?.
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