Vista de galería |
Vista acceso desde rue jasmin |
Le Corbusier experimentó en la villa La Roche por primera vez
su “Promenade Architecturale”. Esta idea centró su interés en el espacio
arquitectónico incorporando la relación ser humano/espacio a su “re cherché
patiente”.
El proyecto se prestaba por su calidad de galería de arte.
Se esperaba que aquí el
visitante fuese otro actor en su
arquitectura y lograr
emocionarle.
Le Corbusier se había inspirado para esta idea en su visita
a la acrópolis de Atenas, relacionando arquitectura y sitio.
En esta villa
aplica lo aprendido y propone dos recorridos: Uno público para galería y otro
privado para la zona habitable de Raoul La Roche.
También aplicó aquí sus
teorías sobre “pilotis” en la galería, la de “fenetre a longueur” y de “toit
jardín”.
Esta villa hace parte de una casa doble, o apareada con la
de su hermano Alberto Jeanneret músico y, su esposa entonces Lotti Raaf y
está ubicada en París cerca al bois de Boulogne y la porte d´Auteuil.
Recuerdo haber ido en
el metro y recorrer varias cuadras a pie, para llegar a la calle Riffet, por
ella a la rue del doctor Blanche y luego hasta la rue Jasmin. Desde allí se
toma la callejuela (en cul de sac), que conduce a las casas Jeanneret-Roche.
Se recorre en bajada uno metros y se ve al fondo el volumen
de la galería de arte en un cuadrado ensanchado de la vía. Me acerqué despacio
y al llegar di vueltas ubicándome, para luego tocar la puerta pequeña de la
casa La Roche.
A la casa Jeanneret está restringido el acceso al público
general y sólo reciben investigadores acreditados, por ser ahora sede de la
fundación Le Corbusier.
Ingresé a una pequeña
conserjería al lado del vestíbulo
de recepción, un espacio de unos 5 x 5 metros
y busqué la escalera del lado derecho que es parte de la
circulación
“privada” y sube hasta la terraza jardín. Así ascendí al comedor en el primer piso (2ª planta), ya que en Francia, el nivel del terreno es denominado rez de chausse. Al no haber acceso a la alcoba de Raoul La Roche, en el nivel superior, tomé el puente peatonal que por un lado permite una visual externa, dada su gran vidriera y por el otro permite apreciar el vacío sobre el vestíbulo.
Desde él se aprecia la pared con vidriera alta que conforma el área de galería, a la cual llegué y recorrí hasta la ventana que da al balcón sobre el jardín del primer nivel. A la izquierda tomé la rampa por la cual ascendí siguiendo su suave curva y apreciando el vacío sobre la galería a la izquierda.
Llegué a la biblioteca en el piso alto (3ª planta), ahora con escaso mobiliario. Regresé por la rampa disfrutando la vista de la galería con sus objetos y cuadros “puristas” girando luego a la derecha para salir a la circulación “pública”, bajando por la otra escalera, (Con balcón en su medio descanso) hasta el vestíbulo.
Cuando hice la visita, la puerta doble del vestíbulo estaba cerrada, por lo que tuve que salir por la puerta de la conserjería, al jardín debajo de la galería pasando por el árbol de Virginia, llegando entre los pilotis a la superficie entonces con gravilla, ya que se había abierto a los carros. Estos fueron los primeros pilotis que construyó Le Corbusier y combinan columnas circulares con dos muros de buen tamaño hacia el lindero vecino.
La verdad es que conocía mucho la casa por mi repetido
estudio de ella, así que sabía muy bien
que recorridos podía hacer, por lo cual me dediqué un tanto a apreciar los
muebles cuadros y objetos en sus espacios: recuerdo haber visto una chaise-
longue diseñada por L.C. y Charlotte Perriand, unas Butacas pesadas y varios cuadros
puristas del maestro, con una que otra escultura.
Salí pensando en la ventaja
de la rampa como “máquina” para ascender y descender suave y sin sobresaltos,
en comparación con las escaleras, en las ventajas de la iluminación natural
alta e indirecta para la galería, en la
ventaja de la vivienda apareada y, en los dudosos diseños de muebles de L.C.,
como es dudosa su tan publicitada idea
de elevar volúmenes pesados sobre pilotis débiles, que genera el efecto extraño
de lo pesado arriba de lo endeble…
La casa conserva los colores originales:
Blanco en toda la fachada y en el vestíbulo y combina en algunos espacios, el
siena quemado, amarillo ocre y cromo,
rojo ocre, azul claro y ultramarino, verde selva…
Estaban muy bien conservadas las casas pero no vi tantos
visitantes como creía y, ese día pienso que fui el único que las visitó.
Regresé a la conserjería a comprar algunos recuerdos.
Pienso que valió la
pena haber dedicado ese día a esa obra ya que comprobé que recorrer esos espacios, vivir y
experimentar esa arquitectura es la
única forma de entenderla en verdad, mediante una relación creativa y duradera.
Como dato curioso sobre sus actuales propietarios, sabemos
que el señor La Roche donó su casa a
L.C., a su muerte y su colección al museo de arte de Basilea en 1963. La ex
esposa de Alberto Jeanneret, no aceptó venderla al maestro y en 1970, la
Fundación Le Corbusier logró comprarla al ciudadano sueco entonces propietario.
Recordaré siempre la visita para la cual me preparé por años y esa experiencia , que considero especial y enriquecedora.
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