Valle del Aburrá. |
Habitamos un valle estrecho y largo de la cordillera
central, entre los 1.300 y 1.800 m.s.n.m.
Si consideramos sólo su terreno plano, o menos pendiente, el
ancho mayor no pasa de los 7kmts., en la calle San Juan. Su dirección
aproximada es en el sentido norte y por Barbosa se desvía hacia el oriente.
Entre Caldas y bello con unos treinta kilómetros de largo, es el área más
poblada, saturada y congestionada y, la más estrecha
entre Bello y Barbosa tiene unos treinta y cinco kilómetros de largo. Se
concentra en él una población de más de 3.500.000 de habitantes. Al valle lo
cruza el río Medellín en toda su extensión y, ya desarrolló casi todas sus planicies, lo cual explica en parte el excesivo
desarrollo urbano hacia las laderas en
pendientes mayores y menos estables cada vez.
Se conoce por varios estudios geológicos, (Botero, Hermelin, Aristizabal y
Yokota), que por su origen probablemente tectónico y los
tipos de suelos que contiene el valle, sus laderas sufren de movimiento en
masa, o deslizamientos y derrumbes, debido a efectos de lluvia, erosión,
afectación de cuencas, sismos y acción antrópica. Existe evidencia de varias
tragedias causadas por tal motivo (Media Luna, Villa tina, Santo Domingo…) por
lo cual hay restricción topográfica, geológica, tectónica, hidrológica y
geotécnica en muchas de sus laderas.
Los estudios y mapas de riesgo son muy conocidos y en el
caso del poblado afectan la parte alta
de las cuencas de las quebradas la presidenta y la poblada, y otras zonas de
modo puntual.
Toda construcción en laderas de pendiente alta, además tiene
riesgo por desestabilización de sus taludes y, en general, se sabe que las
estructuras “livianas” se comportan mejor en esos casos.
(Nada de esto tiene algo que ver con el lamentable caso de
la torre 6 del edificio Space, que todo indica colapsó por fallas estructurales
originadas en variadas causas).
Pero, si tiene que
ver con el futuro desarrollo de la ciudad y su área de influencia, que a pesar
de la realidad de los túneles , de occidente hacia un piso térmico cálido y de oriente hacia uno frío, sigue gravitando
sobre el valle de aburrá, más que todo entre Caldas y bello. (El territorio
ubicado, después del ancón norte, está muy alejado, es muy estrecho y casi
conforma otra “entidad”).
Queda poca tierra plana, pero mucha de ella está ya ocupada por desarrollos de baja o mediana
densidad y por estructuras de relativa calidad, algunas con bastantes años y
deterioro (Naranjal, Barrio triste, arrabal, guayabal, y/ o zonas industriales
por relocalizar). Todo el “corredor” del río cuenta con zonas como las
descritas, que debían ser densificadas con prioridad, frenando un poco la
presión hacia las laderas y dándole sentido a los sistemas de transporte masivo
y a la centralidad del Río. Se requiere para esto una política de Re-desarrollo
y re- orientación de las inversiones pública y privada en el área metropolitana.
La naturaleza y las ciudades son dinámicas, evolucionan,
varían, cambian como los seres vivos que las habitan. Todo el planeta sufre
transformaciones en ciertas fases y, si de corregir se trata las tendencias negativas del desarrollo actual
de Medellín hacia la montaña, bienvenidas sean las transformaciones que posibiliten cambiar el rumbo de una
urbanización mal encaminada y sólo presidida por el ánimo de lucro fácil. Pero
se debe tener cuidado de no intentar volver totalmente atrás las cosas pues esto sería la victoria de las visiones
estáticas y negativas sobre el territorio. Es imposible recuperar del todo una
naturaleza maltratada por las muchas intervenciones mal realizadas durante
décadas.
Sabemos del cuidado que tal re-orientación del desarrollo
urbano y la inversión implica, pero implementando esto con criterios éticos,
sostenibles y de equidad, sus riesgos son soportables. En lo que no podemos
caer, insisto, es en los extremos preservacionistas que puedan paralizar o
congelar ciudad y territorio.
Los terrenos mejores para densificar en la ciudad fueron
antes y aún hoy, poco atractivos debido
a la contaminación del río y a su destinación
para vías, infraestructuras y áreas industriales, pero hoy la ciudad
tiene proyectos que revalorizan toda localización cercana, y a lo largo del
río. Tenemos allí las nuevas centralidades metropolitanas sur y norte, el área de la Alpujarra y el
gran proyecto de rescate del río como parque y eje ambiental.
Todo colectivo humano refleja sus limitaciones, sueños y
capacidades en la ciudad y paisaje que crea.
Por lo general tenemos los que nos
merecemos, según los desarrollos tecnológicos, distribución de la riqueza y la
cultura que se posee.
Siempre se da un diálogo concreto, bueno o malo con la
naturaleza. De él dependerá que lo que dejemos como “herencia” a quienes nos
sucedan, sea un patrimonio, o una carga.
Los desarrollos de las últimas tres o
cuatro décadas de la ciudad tienden más a ser lo último: Muchos edificios,
hectáreas desarrolladas, infraestructuras, metros cuadrados construidos, zonas
verdes hechizas, de valor dudoso.
Revertir del todo la situación actual ya vimos es costoso y
no es deseable, hacerlo parcialmente también
vale mucho, pero es nuestro deber intentarlo y hacerlo sin repetir los mismos
errores, para algún día acercarnos a la ciudad y el paisaje que nos merecemos.
La ciudad futura estará más cercana a un río amable y
limpio, sin desechar desarrollos de montaña con estructuras medianas o bajas de
vivienda y equipamientos.
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