domingo, 4 de octubre de 2020

Re-Desarrollo del suelo en Medellín. [Geología y topografías para un mejor desarrollo inmobiliario].

Valle del Aburrá.











Habitamos un valle estrecho y largo de la cordillera central, entre los 1.300 y 1.800 m.s.n.m.
Si consideramos sólo su terreno plano, o menos pendiente, el ancho mayor no pasa de los 7kmts., en la calle San Juan. Su dirección aproximada es en el sentido norte y por Barbosa se desvía hacia el oriente. Entre Caldas y bello con unos treinta kilómetros de largo, es el área más poblada, saturada y congestionada y, la  más estrecha  entre Bello y Barbosa tiene unos treinta y cinco kilómetros de largo. Se concentra en él una población de más de 3.500.000 de habitantes. Al valle lo cruza el río Medellín en toda su extensión y, ya desarrolló casi todas  sus planicies, lo cual explica en parte el excesivo desarrollo urbano hacia las laderas  en pendientes mayores y menos estables cada vez.
Se conoce por varios estudios  geológicos, (Botero, Hermelin, Aristizabal y Yokota),  que  por su origen probablemente tectónico y los tipos de suelos que contiene el valle, sus laderas sufren de movimiento en masa, o deslizamientos y derrumbes, debido a efectos de lluvia, erosión, afectación de cuencas, sismos y acción antrópica. Existe evidencia de varias tragedias causadas por tal motivo (Media Luna, Villa tina, Santo Domingo…) por lo cual hay restricción topográfica, geológica, tectónica, hidrológica y geotécnica en muchas de sus laderas.
Los estudios y mapas de riesgo son muy conocidos y en el caso del poblado afectan  la parte alta de las cuencas de las quebradas la presidenta y la poblada, y otras zonas de modo puntual.
Toda construcción en laderas de pendiente alta, además tiene riesgo por desestabilización de sus taludes y, en general, se sabe que las estructuras “livianas” se comportan mejor en esos casos.
(Nada de esto tiene algo que ver con el lamentable caso de la torre 6 del edificio Space, que todo indica colapsó por fallas estructurales originadas en variadas causas).
Pero,  si tiene que ver con el futuro desarrollo de la ciudad y su área de influencia, que a pesar de la realidad de los túneles , de occidente hacia un piso térmico cálido y  de oriente hacia uno frío, sigue gravitando sobre el valle de aburrá, más que todo entre Caldas y bello. (El territorio ubicado, después del ancón norte, está muy alejado, es muy estrecho y casi conforma otra “entidad”).
Queda poca tierra plana, pero mucha de ella está  ya ocupada por desarrollos de baja o mediana densidad y por estructuras de relativa calidad, algunas con bastantes años y deterioro (Naranjal, Barrio triste, arrabal, guayabal, y/ o zonas industriales por relocalizar). Todo el “corredor” del río cuenta con zonas como las descritas, que debían ser densificadas con prioridad, frenando un poco la presión hacia las laderas y dándole sentido a los sistemas de transporte masivo y a la centralidad del Río. Se requiere para esto una política de Re-desarrollo y re- orientación de las inversiones pública y privada en el área metropolitana.
La naturaleza y las ciudades son dinámicas, evolucionan, varían, cambian como los seres vivos que las habitan. Todo el planeta sufre transformaciones en ciertas fases y, si de corregir se trata  las tendencias negativas del desarrollo actual de Medellín hacia la montaña, bienvenidas sean las transformaciones  que posibiliten cambiar el rumbo de una urbanización mal encaminada y sólo presidida por el ánimo de lucro fácil. Pero se debe tener cuidado de no intentar volver totalmente atrás las cosas pues  esto sería la victoria de las visiones estáticas y negativas sobre el territorio. Es imposible recuperar del todo una naturaleza maltratada por las muchas intervenciones mal realizadas durante décadas.
Sabemos del cuidado que tal re-orientación del desarrollo urbano y la inversión implica, pero implementando esto con criterios éticos, sostenibles y de equidad, sus riesgos son soportables. En lo que no podemos caer, insisto, es en los extremos preservacionistas que puedan paralizar o congelar ciudad y territorio.
Los terrenos mejores para densificar en la ciudad fueron antes y aún hoy,  poco atractivos debido a la contaminación del río y a su destinación  para vías, infraestructuras y áreas industriales, pero hoy la ciudad tiene proyectos que revalorizan toda localización cercana, y a lo largo del río. Tenemos allí las nuevas centralidades metropolitanas  sur y norte, el área de la Alpujarra y el gran proyecto de rescate del río como parque y eje ambiental.
Todo colectivo humano refleja sus limitaciones, sueños y capacidades en la ciudad y paisaje que crea.
 Por lo general tenemos los que nos merecemos, según los desarrollos tecnológicos, distribución de la riqueza y la cultura que se posee. 
Siempre se da un diálogo concreto, bueno o malo con la naturaleza. De él dependerá que lo que dejemos como “herencia” a quienes nos sucedan, sea un patrimonio, o una carga.
 Los desarrollos de las últimas tres o cuatro décadas de la ciudad tienden más a ser lo último: Muchos edificios, hectáreas desarrolladas, infraestructuras, metros cuadrados construidos, zonas verdes hechizas,  de valor dudoso.
Revertir del todo la situación actual ya vimos es costoso y no es deseable,  hacerlo parcialmente también vale mucho, pero es nuestro deber intentarlo y hacerlo sin repetir los mismos errores, para algún día acercarnos a la ciudad y el paisaje que nos merecemos.
La ciudad futura estará más cercana a un río amable y limpio, sin desechar desarrollos de montaña con estructuras medianas o bajas de vivienda y equipamientos.



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